Cat miró molesta a Rubber, quien le devolvió una mirada inocente acompañada de una tierna sonrisa. Tras la breve conversación no verbal, flexionó las rodillas, se inclinó unos grados hacia atrás, alzó el brazo y, rezando por exhibir una puntería que no sabía si tenía, lanzó la piedra hacia la primera ventana. Falló. Rubber rió en silencio, pero Cat se percató de ello y con una patada, le lanzó un puñado de gravilla.
-¡Ay!-Se quejó el muñeco.
-Si tan listo te crees, ¡lánzalas tú!
Rubber calló. Sabía que con su corta estatura no iba a conseguir demasiado.
Catherine se hizo con otra piedra y probó suerte una vez más. Acertó.
-¡Bien!-Susurró extasiada.
Aguardaron unos segundos. Por las rendijas de la ventana cerrada se escaparon unos rayos de luz, lo cual significaba que habían conseguido llamar la atención de quien fuera que hubiera dentro, ¿Lyan? Las puertas viejas de la ventana se abrieron.
-¿Lyan?-Preguntó Cat.-Soy Catherine, Catherine Alis... ¡Aaaa!- Desde la ventana calló una cascada de agua. Quien quiera que durmiera en esa habitación, no era Lyan. Pero sí tenía un cubo cerca.
-¡Váyase a molestar a otra parte o llamaré a la guardia!-Se escuchó la voz ronca de alguien que ya se acercaba mucho a la vejez. Catherine no pudo distinguir su rostro pero, con suerte, pudo esquivar la repentina lluvia que se le cernió encima.
-¡Disculpe!-Bajo la capucha torció una mueca de arrepentimiento, pero el molesto inquilino no pudo verla. Simplemente cerró la ventana de un portazo.
-Prueba otra vez, Cat. Quizá ahora nos tiren algo para acompañar al agua. Un poco de pan no estaría mal, estoy hambriento.
-Si no te decides a acabar con tus bromas, acabaré yo con ellas de una forma que no va a gustarte nada, Rubber.-Catherine discutía con su amigo mientras se hacía a tientas con otra piedra.
Con algo de miedo, Cat adoptó su postura de lanzadora e intentando apuntar a la siguiente ventana -y rezando por no volver a dar en la primera-, lanzó la piedra. Ésta atinó justo en medio de la madera, provocando un sonido por el cual parecía que se iba a desintegrar. Nada.
-No habrá nadie.
-Tiene que haber alguien, la posada está cerrada. Eso significa que no hay sitio para nadie más.-Dedujo Cat.
Se agachó, cogió otra piedra y volvió a lanzarla a la misma ventana. Esperó. A los pocos segundos, unos pasos en la lejanía afirmaron la teoría de Cat. Lentamente se abrieron las puertas de la ventana.
-¿Puedo ayudarte en algo, muchacho?- Una pícara voz llegó hasta donde estaban Cat y Rubber. Desde la ventana asomaba medio cuerpo de una hermosa y semi desnuda joven que sonreía mientras se mesaba el alborotado cabello rubio.
-Me llamo Catherine, estoy buscando al señor Danniel Lyan.-Contestó Cat. La joven de la ventana cambió su tono de voz.
-Oh. ¿Te refieres al apuesto muchacho que se hospeda aquí también?-Rió.- ¡No creo que a estas horas de la noche vinieras a buscar a nadie más!- Catherine se encogió de hombros, ¿era Lyan apuesto?- Está en el piso de abajo, creo que en la ventana de la izquierda... Aún no he tenido el placer de comprobarlo.- Añadió seductora.
-Gracias. Y disculpe haberla molestado. Buenas noches, señorita.
-Buenas noches.-Alargó sus finos brazos y, sin decir nada más, cerró la ventana.
-Qué suerte.
-Y no ha habido bombardeos.-Añadió Rubber.
-Abajo... a la... iz...quierda...-Recitaba Cat mientras buscaba otra piedra con la que atentar contra la ventana de Lyan.
-Todavía estamos a tiempo de volver a casa, Cat.-Rubber hablaba en serio esta vez, pero Catherine ya jugueteaba con una piedrecilla en su mano.
-No. Ya hemos venido hasta aquí, Rubber. Y no me queda nada que perder.-Lanzó la piedra. Acertó a la primera.
-Al menos estás cogiendo puntería.
No se escuchó nada. Catherine aguardó impaciente unos instantes y se agachó buscando otra roca. Se flexionó y, lanzó. Falló.
-¡Rayos!
-Será por piedras en el campo, Cat. Tranquilízate.-Intentaba calmarla Rubber.
Tras palpar unos segundos el suelo, cogió otra piedra y sin pensarlo la lanzó con más fuerza. El impacto casi perforó la ventana. Se iluminó la habitación casi instantaneamente. Tras escuchar unos pies que se arrastraban por el piso, se abrió la ventana con un ya conocido rechinar.
-¿Quien va?-Preguntó una voz somnolienta.
Era él.
Continuará...