- Aún recuerdo la última vez que sonreí.
Esa tarde de noviembre me persigue como un ratón hambriento, esperando ansioso por devorar hasta el último trozo de queso. Y el queso es mi deteriorada memoria.
Aún así, hacía frío, lo recuerdo. Pero los rayos de sol se colaban entre las hojas de los álamos, convirtiendo el bosque en un paraíso cobrizo. El sol... El sol calentaba mi fría piel entre aquél paraje helado. Con los ojos cerrados y las mejillas sonrosadas por el viento, no pasaba por mi cabeza más que no fuera ese mismo instante. Ese mismo momento en el que cogidos de la mano disfrutábamos de aquellos segundos de calor en el frío Noviembre sueco.
Abrí los ojos y allí estaba él, burlándose de mi nariz roja y haciendo bromas que me hacían desternillarme. Sé que el tiempo se paró en ese instante, aunque falten los testigos que puedan darme la razón. Axel se movió lentamente hacia mi, mezclándose ligeramente con la brisa que nos helaba las orejas. Las sombras doradas del atardecer esculpían sus pómulos, su sonrisa... Y al sostenerme las mejillas, dejé de sentir frío y todo cuanto sucedía a mi alrededor, como siempre ocurría cuando me besaba. En esos segundos, mis pies decidían abandonar el suelo para convertir la sensación de sus finos labios en algo cómodo y ligero, como el balanceo de una mecedora en la habitación de un bebé. Mis ojos se cerraban involuntariamente para disfrutar con más intensidad de ese momento, que siempre vivía como si fuera el último, y del que me apenaba a su fin cuando separaba su rostro del mío, dejando introducirse su aliento en mi boca, que hacía arder mi garganta e invadía mi corazón de vida... Mi corazón...
- Eres una exagerada, Cat.
- ¡No lo soy!
- Te vi sonreir ayer cuando un copo de nieve te besó la frente.
- No sonreía... Intentaba aspirar despacito el frescor de la nieve. Me escuece el pecho...
Catherine Alister vivía sola en medio de un perdido bosque en Dalarna desde hacía más de año y medio. Pero no siempre había sido así.
Hasta donde ella podía recordar, no siempre había estado sola (sin contar con la compañía de Rubber).
No hará más de seis años, habitaba feliz junto a su padre una casita de madera justo en el centro de Dalarna. Él se dedicaba a revolverle el oscuro cabello y a la carnicería del lugar. Y ella, hilaba soñando con salir volando por la ventana y frecuentaba las calles buscando libros y alguien con quien poder hablar. Una mañana calurosa, la presión y la sequía de su garganta le pidieron que bajara a la fuente a remediar aquella molestia y, fue mientras rellenaba una bonita vasija cuando le vio: Axel Van Cashter, un mozo de los alrededores. No muy rico, no muy agraciado y a penas se le conocía por sus negocios de poca monta. Pero la sonrisa que suspiró al ver el paisaje en el escote de la joven, hizo que a Cat le temblaran las manos y los decorados de la vasija se quebraran en mil pedazos en el ardiente suelo de piedra de la plaza. Aquella mañana de verano.
Continuará...
1 comentario:
Qué hermoso, no me preguntes por qué pero me recordó a Jane Austin.
Voy a seguir leyendo...
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