¿Qué es La Coleccionista de Lágrimas?

Atento a la sinopsis en el primer apartado de la columna de la derecha :) Disfruta de la lectura.

21.3.10

Cap. Cinco (parte dos)

Catherine sonrió levemente.
-Hacía años que no regresaba al pueblo. Ni siquiera sé cómo lo hemos encontrado a la primera.
-¡Intuición femeni...!- Cat aplastó la cabeza de Rubber hacia el fondo de su bolsillo antes de que este pudiera acabar su ingenioso comentario. Acalladas las bromas de su amigo, Catherine juntó sus manos contra su boca, exhaló aire caliente dentro de ellas y, continuó el camino.
Rubber, molesto, permaneció callado el resto del camino, dejando escuchar simplemente el ruido de los zapatos de Cat aprisionando la tierra. Conforme se acercaba a lo que parecía Dalarna, aumentaba en ella una sensación angustiosa, como si le estuvieran haciendo un nudo marinero en la boca del estómago. Instintivamente, se tapó con firmeza el hueco de su pecho. Sabía que a aquellas horas, nadie iba a salir a meterle el dedo en la herida, pero el peso de las burlas se habían acumulado en su garganta y le impedían tragar con facilidad, respirar con normalidad.
Como pensaba, aquella sombra erguida entre la niebla nocturna, era el elevado campanario de su pueblo natal. Aquél campanario que durante su infancia, le anunció cada hora y cada entrada a misa los domingos -aunque nunca fue muy partidaria de acudir con regularidad a la iglesia-. El párroco siempre le pareció un tipo agradable. Un anciano de pelo cano y el rostro algo consumido por el tiempo, a excepción de su inmaculada sonrisa, con la cual parecía que los años habían hecho una excepción. La mirada de aquél hombre cuando paseaba por la plaza, siempre le había transmitido compasión y paz. Se preguntaba qué pensaría de ella en estos momentos si tocara a su puerta a más de mitad de la noche y tras más de cinco años.
El pueblo se encontraba totalmente desierto, durmiendo en todos los sentidos a la vez que dormía el día entre las montañas. Cat ciñó la capucha en torno a su rostro con fuerza, evitando cualquier tipo de visualización que permitiera que alguien pudiera reconocerla. Sus zapatos callaban al pisar la piedra que vestía las calles.
A Catherine le parecía reconocer cada rincón que pisaba, cada silueta de las casas que se atrevía a observar. Alzó sólo la cabeza cuando un obstáculo se interpuso en su paseo espectral por el pueblo. Aunque prefirió haberse tropezado sin saber con qué.
-¿Por qué nos paramos? ¿Hemos llegado?- Susurró Rubber.
-No.
-¿Y por qué nos detenemos?- El muñeco observó lo que tenía delante.
-¿La ves?- Cat permanecía inmersa en un recuerdo hipnótico.
-Si. Es una fuente, ¿y qué?
-No es simplemente 'una fuente'.-replicó- En esta fuente nos encontramos Axel y yo por primera vez. Aquí, bajo el sol, me enamoré.
Todo estaba oscuro, y bajo la capucha, Rubber no podía ver el rostro de Cat. Pero podía sentir sus lágrimas como si fueran las suyas propias.
-Un buen empujón a la fuente es lo que merecía.-Bromeó mientras le daba pequeños codazos a su amiga.-¡Si hubiera estado yo aquí! ¿Eh, Cat?
Catherine apreció el intento del pequeño por animarla, pero, hacía tiempo que nada le levantaba las ganas de vivir. Se limpió las lágrimas con la mano y continuó caminando en mitad de la noche por mitad de un pueblo ausente.
-¿Recuerdas dónde está la posada?
Cat dudó.
-Creo que no.
-¿Y cómo vamos a encontrarla?
-Deja de dormir y busca un letrero en el que veas escrito 'posada'.- Rubber frunció el ceño ante la orden de Cat. Pero, agudizó la vista y observó cada cartel con el que se cruzaban.
-Panadería... Boticario... Taberna...- Canturreaba.
-¿Vas a interpretarme cada cartel que leas?- Rió Cat.
-Le dará un toque romántico a la noche. Otra taberna... Carnes... Pescados... ¡Posada!
-¡Calla, Rubber!
-Lo siento.-Se avergonzó ante su inexplicable emoción.-La he encontrado, Cat, ahí.-Rubber sacó su bracito de tela del bolsillo y señaló el cartel de madera que tenían justo delante de ellos.
La tabla de madera rezaba en letras doradas la palabra 'posada'. Colgaba de unos hierros oxidados fijos en una fachada blanca roída por el paso del tiempo. Las ventanas, cerradas, tenían un color marrón sin vida y, la puerta adornada con flores frescas le daba el único toque alegre y jovial del que podía presumir aquella casucha.
-Si no fuera porque es la única posada del pueblo, no creo que nadie quisiera alojarse aquí.-Sentenció Rubber.
-Me has leído el pensamiento, amigo mío.
-Y ahora, ¿cómo piensas dar con él?
Catherine agachó la cabeza inspeccionando el suelo que tenía bajo sus pies.
-¿Qué buscas, Cat?
-¡Esto!-Bajó la mano hasta la altura de sus zapatos y cogió una pequeña piedra que se había desprendido de las demás. Rubber rió.
-¿Vas a ir tirando piedras a todas las ventanas hasta que des con él?
-¡Qué remedio!
El pequeño salió del bolsillo de Cat y, divertido, se sentó en el bordillo de la posada a observar.
-¡Buena suerte entonces! Esto va a estar bastante entretenido.


Continuará...