¿Qué es La Coleccionista de Lágrimas?

Atento a la sinopsis en el primer apartado de la columna de la derecha :) Disfruta de la lectura.

16.2.10

Cap. Cuatro

-¡¿Hola?!-Se escuchó desde fuera de la cabaña.-¿¡Hay alguien!?
-Es feo.-Rubber había conseguido subirse a una pequeña estantería, desde donde observaba la escena cubierto por la cortina de la parte contraria a la de Cat.
-¡Cállate!
-¡Buenos días! ¡Estoy buscando a Catherine Alister!
-Te busca a tí.-Rubber no parecía dispuesto a pasar desapercibido, pese a los gestos desproporcionados de Cat.
-¡No pretendo molestar, pero no estoy únicamente de paso, necesito su ayuda!-El muchacho del exterior iba a desistir.
-¿Tendrá algo que ver su aparición con mi inesperado encuentro de esta mañana?-Musitó Catherine.
-Si no sales, no vas a averiguarlo.-Catherine no parecía muy convencida.-Llevas quejándote años de lo sola que te encuentras, y cuando aparece alguien ¡te niegas a salir de casa!
-Puede que lleves razón...
-¡Por favor! ¿Conoce a Cathe...?
-¡Si, si!-Gritó Cat desde el interior de la cabaña.-¡Deje de gritar, por favor, en seguida le abro!-Se levantó de su improvisada trinchera y caminó hacia la puerta.
Rubber esperaba aún tras la cortina. Cat se avispó de su repentino tembleque en el cuerpo e intentó controlar el bailoteo de su mano cuando fue a girar el pomo de la puerta. No se había vuelto a escuchar nada desde que Catherine accedió a dejar pasar al misterioso visitante.
-Soy...Soy Catherine Alister.-Cat quedó encuadrada por el marco de la puerta, parecía un precioso retrato de una antigua diosa griega: dos esmeraldas que reflejaban la profundidad del mar incrustadas en una piel blanca como la nieve. Intentó como pudo alisarse el alborotado cabello azabache y sus labios cereza temblaron al dirigirse al muchacho que la observaba desde unos metros.
-Un placer.-El viajero se quitó la fedora dejando al descubierto una media melena color miel. Entendió Cat entonces por qué aquella mañana había amanecido tan gris: los rayos del sol se habían refugiado entre sus finos mechones. No pudo evitar sonreír al pensar en el calor del sol acurrucado bajo el sombrero.-Me llamo Lyan, Danniel Lyan.-Avanzó unos pasos hacia la joven inmóvil y le tendió la mano derecha para estrechársela. A Catherine le costó consumar el apretón estando perdida en sus ojos de otoño. Aquél muchacho tenía el iris del mismo color que tiene el mes de octubre entre los árboles, un marrón ocre que podía quitarte el frío de los huesos en la noche más fría de invierno.
-Igualmente...-Balbuceó Catherine examinando los dientes perleados que la ámplia sonrisa del señor Danniel Lyan dejaba ver.-Pase, por favor.-Soltándose de su mano, le hizo un gesto con el brazo para que cruzara la puerta. El señor Danniel Lyan asintió con la cabeza y se introdujo en el interior de la cabaña. Catherine lanzó una mirada inexpresiva a Rubber y siguió a su invitado.
El señor Danniel Lyan se detuvo en el centro de la cabaña y giró sobre sí lentamente, examinando cada rincón de aquella casa. Cat le observaba paciente desde la puerta. El muchacho, que no tendría más de veinticinco años, contempló las cortinas que impedían entrar lo poco de luz que ofrecía el día, el ondear de las finas telas con la semioscuridad del entorno le daban a aquella cabaña un aspecto de abandonada. O al menos, de descuidada. Miró la cama de Catherine todavía deshecha, la chimenea que humeaba levemente con algunos troncos carbonizados luchando por resistir. Paró luego su vista en la cocina, atraído por el buen olor que salía de ella, esbozó una sonrisa al descubrir todos los cacharros revueltos, manchados y la mitad de los armarios abiertos. Al percatarse de ello, Catherine corrió a tapar con su fino cuerpo cuanto pudo, pero fue en vano. Al atisbarse de su inútil esfuerzo, cerró con apuro tantas puertas a la vez como le fue posible.
-Y, y ¿qué se le ofrece, señor Danniel Lyan?-Rompió la incómoda situación, algo acalorada.
-Oh, Lyan, llámeme Lyan por favor.-No dejaba de sonreír. Cat se ponía más nerviosa cuanto más contemplaba su resplandeciente dentadura.-Verá... es un tema algo delicado, realmente no sé por dónde comenzar.
-Siéntese.-Ofreció Catherine amablemente tras haber arreglado como pudo el estropicio de la cocina. Lyan se acomodó en un sillón que había al lado de la chimenea... era en el que Axel solía sentarse. La cabeza de Cat voló hasta aquellos días en los que su desaparecido amor se pasaba horas hipnotizado con el crepitar de las llamas.
-¿Molesto?-Lyan se percató de la mirada de su anfitriona al contemplarlo en el sillón de cuero rojo.
-Oh, no, no. Siéntese donde quiera.-Cat volvió de entre las nubes y se incorporó en otra butaca justo en frente de Lyan.
Pasaron unos minutos en los que ninguno dijo nada. Lyan daba vueltas a su sombrero en las manos, mirándolo fíjamente. Parecía que intentaba ordenar las ideas antes de hablar con Catherine. Por su parte, ella se dedicó a examinarlo de arriba a abajo. Desde su cabello oro apagado, pasando por el elegante traje gris que vestía hasta sus zapatos marrones.
-Verá,-Comenzó el joven al fin, alzando la mirada de un golpe.-he viajado desde Estocolmo, atravesando Uppland y Gästrikland, entre muchos otros sitios. He relatado tantas veces mi historia que podría contársela dormido y no me olvidaría de un detalle. Han sido cientas las personas que han escuchado lo que me atormenta desde hace meses, pero nadie ha sabido sacarme de mi infierno. Y ha sido gracias al boca a boca y a los chismes de viejas por lo que llegó a mis oídos la existencia de una bruja que vivía en Dalarna.-Cat suspiró y miró el cielo, el techo en realidad. Lyan no se detuvo.-Han sido también diversas las versiones que he podido escuchar: desde que la bruja da vida a objetos inanimados para que hagan sus maldades en el pueblo, hasta que es un demonio que se alimenta de carne humana. El caso es que no me importa, únicamente quise saber su nombre para venir hasta ella y enfrentarme al peligro si así consigo alivio para mi sufrimiento. Y ese nombre era el tuyo, Catherine Alister.


Continuará...

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