Aquella frase de a penas tres palabras pudo tener el impacto de una bomba de cañón. Al sintético razonamiento de Rubber le costó resistir aquella explosión.
-¿Có...cómo que te mueres? ¿De qué hablas, Cat? ¿Qué ha ocurrido verdaderamente?
-Me sorprende que siendo un muñeco de trapo con vida te cueste creer que he podido encontrarme con una pequeña niña que afirmaba ser mi futuro.-Cat respondía con ironía y miedo, a la vez que intentaba creer en sus propias palabras.
-Cuéntame qué ha pasado.-Las palabras de Rubber se deslizaron por la habitación casi como una súplica. Catherine se acercó con cuidadoso sigilo, como queriendo apaciguar el hervidero de su mente con su acunar de caderas. Llegada al borde de la cama, esperó paciente a que Rubber se instalara en el cabecero de la cama para poder estar a su altura. Luego, relató lo ocurrido aquella abstracta mañana.
-Entonces... ¿Qué vamos a hacer?-Inquirió finalmente el muñeco.
-No lo sé... a veces ni siquiera recuerdo ya mi nombre.-Cat miró sus pies.-Quizá podría coserme un corazón, como te cosí a ti.-Sonrió sin ganas intentando quitarle hierro a la situación. Pero aquellos momentos le pesaban más que todas las lágrimas que había llorado. Y a Rubber también.
Transcurrieron unos minutos en los que se podía aspirar la compasión y la tristeza en el aire, pero ninguno se animaba a compartir aquellos aromas con el otro. Se limitaron a fingir que pensaban en silencio, interiorizando ideas de abatimiento que les inundaban. Pero sólo hasta el momento en el que algo volvió a interrumpir sus notas mentales.
-¿Lo has oído?-Se sobresaltó Rubber.
-No, ¿el qué?
-Algo, fuera. ¡Como pasos!
-¿Pasos?-Cat se unió entonces a aquél sobresalto.-¿Será la pequeña de nuevo?
-Si vamos a empezar a recibir visitas, deberás limpiar un poco la casa.-Bromeó Rubber, pero no estaba la situación para chistes. Catherine le dirigió una mirada acentuada por un ceño fruncido.
Se levantó como una mariposa que se deja conducir por las corrientes de aire y se acercó casi en volandas hasta la ventana, escondiendo su silueta tras la cortina para no ser vista desde el exterior. Rubber esperaba impaciente todavía desde la cama, donde si permanecía inmóvil, podía pasar perfectamente por el inocente juguete de un niño.
-¿Qué ves, Cat?-Preguntó al fin. Cat se limitó a poner un dedo en sus labios, indicando que guardara silencio. Deslizó su perfil por el marco de la ventana e inmediatamente agachó su cuerpo quedando justo por debajo de ésta.-¿Qué pasa, quién hay?
-¡Un muchacho!-Chilló en susurros con la respiración bailándole un tango en los pulmones.
-¿Cómo que un muchacho?-El muñeco de trapo bajó de la cama con espíritu investigador, pero los gestos de Catherine le ordenaron que se quedara en el sitio.
-¡Pues un muchacho, no te muevas! Si tenemos suerte, pensará que no hay nadie y se marchará.
Continuará...
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