-¿Qué ha sido eso...?-Preguntó en voz alta, aunque la verdad es que prefería no escuchar respuesta. Saber de lo que podría tratarse, sólo la hacía ponerse más nerviosa.
Silencio de nuevo. Sólo el movimiento de las pocas hojas de los árboles inundaba el neblinoso bosque.
-¡!-Cat se sobresaltó, de nuevo aquél sonido, como un lamento. Agudizó el oído sin estar muy segura de querer hacerlo y esperó a que volviera a producirse.-¡Alguien llora!-Identificó al fin.
Catherine intentó averiguar de dónde procedía, se escuchaba lejano, como atenuado por un eco. Tras haber sosegado su respiración, se decidió a caminar lentamente hacia el origen de aquél lamento que la envolvía. Su andar era lento, transparente, como el de un espectro atravesando el aire. A cada inseguro paso que daba, se acercaba más al foco de aquél llanto.
Tras unos pocos segundos, estuvo convencida de haber llegado al lugar del que salía aquella embriagadora pena: Delante suya encontró abierta una grieta en la montañana, una cueva que no mostraba más que un interior oscuro y frío.
-Entrar aquí sería venderme a la muerte...-Caminó hacia atrás, cediendo ante su instinto.-Pero por otra parte,-Paró.-alguien podría estar herido.-Se armó de un inesperado valor y tras dejar la cesta en el suelo, dirigió sus agotados pies hacia el interior de la tenebrosa cueva.
No tardó mucho en perderse entre la oscuridad, perdiendo por completo de vista cualquier cosa que pudiera tener en frente suya. Caminó con los brazos extendidos, temerosa de poder chocar contra alguna roca, o caer al vacío por algún pozo sin fondo. Pero no veía nada de nada.
-¿Quieres escuchar una historia?
Una voz infantil perturbó la paz que reinaba en la cueva. Catherine paró sus pasos en seco, sintiendo una a una las gotas de sudor frío que le recorrían el cuello.
-¿Qui...quién ha dicho eso?-Preguntó con un hilo de voz.-No puedo verte...
Al instante una pequeña llama dio un toque de luz a las sombras que allí residían. Cat dirigió la vista hacia la portadora de la luz, no era más que una niña pequeña. Se tranquilizó al observar la figura de la jovencita que ante ella sostenía una vela entre sus manos. Tenía el cabello rubio y largo entrelazado en dos coletas que resbalaban por sus hombros. Sus ojos negros parecía que habían absorbido la oscuridad que les rodeaba y, vestía su cuerpecillo con un delicado vestido blanco. Parecía una niña de familia rica y, quizá no superaría los once años.
-¿Qué haces aquí, pequeña?-Cat se posicionó a la altura de la muchacha.
-¿Quieres escuchar una historia?-Se limitó a repetir. Catherine dudó unos instantes.
-¿De qué se trata?
-Había una vez,-Comenzó.-una chica que se enamoró joven. Sabía tejer, era guapa, lista y heredaría el negocio de su padre. Pero decidió abandonarlo todo por un cazafortunas que acababa de conocer. Se la llevó lejos de todos y habiéndola atrapado entre sus redes, le arrancó el corazón del pecho una tarde de Noviembre. Arrancándole también toda posibilidad y esperanza de volver a amar. Desde ese día, nadie a vuelto a ver a aquella pobre chica y ella sabe que perecerá sola, sepultada por el olvido.
Al acabar la niña su discurso, Cat no pudo pronunciar palabra. Aquella no era una historia más, era 'su' historia. Y parecía que alguien más la conocía. Se levantó del suelo y miró con desconfianza a la pequeña, que la observaba desde un poco más abajo todavía con la vela entre sus manos.
-¿Quién eres?-Se atrevió a decir al fin.
-Tu futuro.
-Creía que yo ya no tenía de eso...-Contestó Catherine con un tono lastimero.
-He hablado con tu pasado y conozco tu presente. Pero lo que más me preocupa es lo que puedo ver en tus ojos.
-Eres un poco joven para ser mi futuro.
-El pasado es viejo, el presente maduro, pero el porvenir es una pequeña esperanza por crecer.- Aquella niña hablaba con un tono uniforme, sereno. Cat recapacitó en silencio unos insntantes.
-¿Y qué has visto en mis ojos?
-Vacío. Un vacío inquietante y prematuro.-Catherine no sabía muy bien si llegaba a entender a aquella pequeña.-¿Ves esta vela?-Observó el cirio encendido que sostenía en sus manos.-Esta llama representa el tiempo que va consumiendo tu vida. Y como ves, ya no le queda demasiado para desaparecer. Pronto tu corazón dejará de latir.
-Yo ya no tengo corazón.-Intervino Cat con nerviosismo.
-Te equivocas. Tú tienes corazón, siempre lo has tenido, pero permitiste que una bestia te lo arrebatara.
-¿Y qué quieres que haga?
-Se necesita un corazón para amar. Simplemente he querido recordártelo.
En ese preciso momento, una ráfaga helada inundó la cueva, apagando la vela de aquella niña y provocando que Cat la perdiera de vista por completo.
-¡Pequeña!-Gritó arropada por el frío.-¿Dónde estás? ¡No te puedo ver!-Pero nadie contestaba. Catherine vagó tambaleándose, como un pobre ébrio que busca a tientas la entrada de su casa, pero aquella cueva se encontraba ya vacía.
A bastos tropezones consiguió salir de la garganta de la montaña, donde una vez más volvió a encontrarse perdida en su conocido bosque.
Invadida por una sensación que bailaba entre el miedo y la incredulidad, recogió la cesta que había abandonado minutos antes y retomó su carrera desesperada hacia la cabaña.
Catherine no pudo ni comenzar a agotarse cuando no muy lejos, pudo vislumbrar su pintoresca cabaña. Una reconfortante visión que la animó a caminar tranquila y segura en dirección a su hogar.
Cruzó la puerta con ánsia y la cerró bien cerrada apoyando su espalda en la madera para poder descansar sus músculos. Rubber, que continuaba bajo la colcha, hubiera seguido dormitando de no haber sido por el portazo de Cat.
-¿Cat...?-Preguntó refregándose los abotonados ojos.
-Sí, soy yo, siento haberte despertado, Rubber.-Intentaba controlar su voz, que optaba por vibrar y temblar.
-¿Dónde estabas?
-Encontrándome con mi futuro...
-¿A si?-Bromeó Rubber, divertido.-¿Y qué te ha dicho?
-Que me muero.
Continará...
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