¿Qué es La Coleccionista de Lágrimas?

Atento a la sinopsis en el primer apartado de la columna de la derecha :) Disfruta de la lectura.
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14.3.10

Cap. Cuatro (parte tres)

-Se la llevó algo. No alguien, algo. Hacía unas semanas que me llegaban rumores desde las videntes de los pueblos cercanos. Rumores de la existencia de un demonio, algo sobrenatural que raptaba a las jóvenes enamoradas... y se llevaba su corazón después.-A Lyan le costó pronunciar esas últimas palabras. Pero más aún le costó a Catherine digerirlas.
-... No... no tiene sentido, Lyan. Los... los demonios no exis...-No supo acabar la frase, realmente, tenía más ganas de recordar la sonrisa de Axel y de cómo su corazón cantaba por él... su corazón.
-Es por eso que estoy aquí, necesito de tus poderes para localizarle, para recuperar a Dalia.
-Es que yo no soy bruja...-Susurró Cat.
-Pero, las habladurías, su casa parlante...-Replicó Lyan.
-No soy bruja...
-Necesito su ayuda, por favor.
-Márchese...
-Catherine, escuche, puedo pagar...
-¡¡¡FUERA!!!-Cat gritó fuera de sí alzándose casi sin darse cuenta de la butaca y apuntando con su dedo índice hacia la puerta. No sabía qué hacer con el batido de emociones que se mezclaba en su interior, y optó por dejarse llevar por aquél torbellino de incoherencias. Realmente daba miedo, sus agotados ojos se inyectaron en sangre y el agujero de su corazón parecía hervir en carne viva. Lyan tampoco supo contener sus nervios y huyó por la puerta sin pensarlo, dando un estridente portazo tras de sí. Aún en la ventana, Rubber se cubrió asustado la cabeza. Tras mantener su posición unos intantes y el pecho hinchándose con violencia, Catherine intentó contener las lágrimas que rebosaron de sus ojos y, abatida, se desplomó en el sillón.
Rubber dejó transcurrir unos minutos, paciente, observando cómo Catherine se deshacía en lágrimas frente a él. Prefirió dejar correr el río, sabía que contenerlo provocaría una inundación con el tiempo. Cuando la joven se cansó de ahogarse entre sollozos y respiraciones cortadas, abandonó la ventana para trepar con cuidado hasta sus rodillas, que estaban completamente empapadas. La miró con ternura.
-No sé qué decirte...-Lloró.
-No digas nada si no quieres, Cat.
-Ese estúpido Danniel Lyan con su sombrero y sus ultramarinos, de todas las malditas brujas suecas ha tenido que venir a molestar a la única que no lo es...-Inspiró fuerte por la nariz.
-¿Estás bien...?-Rubber sabía perfectamente la respuesta, pero Catherine necesitaba hablar. Ahora tenía a alguien con quien hablar.
-Me niego a creerle, Rubber. Me niego a creer en sus absurdas historias de demonios y damas raptadas. Axel era un hombre bueno, honrado. El trabajo y la frustración le trastornaron, ¡eso es todo!-Hizo una breve pausa para pensar en sus ojos.-no quería hacerme ningún mal... él volverá, Rubber. Volverá con mi corazón en una caja de plata, y yo le regalaré todas mis lágrimas para que las funda con las estrellas...-Rubber bajó la mirada y la fijó en el suelo, tanto que hasta podría haberlo perforado.
-¿Por qué no duermes un poco, Cat? Ha sido una mañana algo agitada. Demasiado para nosotros.-Pero Catherine no tenía muy claro si quería despegarse de la realidad, de todas las ideas que le mordían y desgarraban los recuerdos.
Rubber acarició su pálida mano con delicadeza y, dejándola vagar por su mente, se retiró a la cama, donde se confundió con un cojín más. Mientras tanto, Catherine se hizo un ovillo en el sillón y lloró en silencio hasta que se quedó dormida.
*****
Cuando abrió los ojos, los pocos rayos de sol que se habían paseado aquellos días, ya no estaban. La brisa helada que entraba por la ventana abierta la hizo tiritar hasta arrebatarle el sueño. Miró desconcertada la habitación, intentando acostumbrar sus ojos a la oscuridad. Vio a Rubber, que continuaba sentado en la cama, parecía dormido. Se levantó con cuidado y sonrió al contemplar a su amigo sobre la colcha. Era reconfortante saber que te despertaras a la hora que te despertaras, iba a haber alguien a tu lado. Catherine pudo disfrutar de unos escasos minutos de felicidad, caminó hacia la chimenea intentando no tropezar con nada, aquél frío era penetrante. Pero al agacharse para prender los troncos, apareció en su cabeza la imagen de Lyan como una centella fugaz, una centella que se llevó sus minutos de felicidad conforme iba trayendo a su memoria la conversación de aquella mañana, y la presencia de la niña en la cueva. Se dejó caer hacia atrás para sentarse en el suelo, abatida una vez más. Pasó allí sentada más de un cuarto de hora, mascando con paciencia cada minuto de los que había pasado con Axel: el día en el que se conocieron, las cenas en casa, los paseos por el parque, la tarde en la que enloqueció...
Miró al frente, con los ojos fijos en los troncos carbonizados. Como un reflejo, se levantó del suelo haciendo caer el sillón con un estrepitoso ruido que asesinó el silencio de la noche. Rubber despertó de un salto, con el corazón acelerado.
-¿¡Qué pasa!?-Observó cómo Catherine se ajustaba su larga capa con capucha.
-Nos vamos.
-¿Qué, a dónde?
-A buscar a Axel.

18.2.10

Cap. Cuatro (parte dos)

-¿Te parezco peligrosa?-Cat intentó adoptar un aire misterioso.
-Lo cierto es que después de haberla visto, se ha desmentido todo lo que esperaba que ocurriera.
Catherine dejó escapar una risita.
-¿Y qué más ha escuchado de mí?-Preguntó curiosa cruzando las manos bajo la barbilla.
-Ja, ja, ¡de todo! Ni se imagina la de bulos que la gente es capaz de inventarse para pasar la tarde. Desde, bueno, que daba vida a los objetos hasta que no tenía corazón.-Lyan parecía divertido, o más bien aliviado por no haberse encontrado a una anciana caníbal con un ejército de espantapájaros asesinos. En ese momento, Cat volvió a adoptar un tono sombrío.
-¿Y si fuera cierto?-Preguntó tajante, borrando en un segundo la sonrisa de su acompañante.
Tragó saliba.
-¿A qué se refiere...?
-¡Enséñaselo, Cat!-Una tercera voz proveniente de la nada se incorporó a la conversación.
-¿¡Quién ha dicho eso!?-Lyan saltó del sillón y preguntó nervioso mirando hacia el vacío. Catherine rió por lo bajo.
Acto seguido se erguió ella también, quedando de pie frente al exaltado muchacho. Sin decir palabra, se retiró el pelo del pecho dejando ver el penetrante agujero que evidenciaba su falta de corazón. Literalmente.
Lyan abrió tanto los ojos que por un momento Catherine sintió la tentación de extender los brazos para recoger sus glóbulos oculares antes de que cayeran al suelo. Se quedó petrificado, como quien echa raíz bajo el balcón de su amada. Cat aguardó su reacción, apostando interiorme si echaría a correr o sacaría un crucifijo para extraerle el demonio que llevaba dentro. Aquella imagen la divirtió. Cuando Lyan volvió a dase cuenta de que necesitaba pestañear, cerró los párpados lentamente y permaneció con los ojos cerrados unos instantes, tras su reflexión y el gran esfuerzo por controlar la cordura y los latidos del corazón, volvió a sentarse muy despacio por miedo a que las piernas le fallaran y cayera ridículamente en la moqueta.
-De modo que es cierto.-Abrió de nuevo los ojos dirigiendo la mirada directamente hacia la de Cat, no a su pecho.-Igualmente sigue sin parecer peligrosa.
-¿No se asusta...?-Preguntó Cat contrariada mientras volvía a sentarse de nuevo. Lyan volvió a adoptar su planta de caballero sereno y sonrió ante la pregunta de Catherine. ¿Cómo era posible que ella estuviera más extrañada ante esa situación que él?
-No, lo cierto es que no. Verá, creo que debería seguir contándole el motivo de mi largo viaje.-Cat asintió despacio mientras volvía a colocarse el cabello frente al agujero, se sentía desnuda y observada si se comportaba como si ese hecho no existiera.-Mi familia posee una cadena de ultramarinos llamados Hörnet, aunque de ser un establecimiento en una esquina, pasó a convertirse en una entidad con más de veinte locales en Estocolmo y proyectos de ampliar sus fronteras. Mis padres siempre quisieron una buena esposa para mi: hermosa, atenta, refinada, buena madre... Bueno, supongo que lo que todos los padres desean para sus hijos. Aunque lo cierto es que yo sólo me preocupaba por escribir, escribir y leer. Eran mis pasiones, sobre todo leyendas y temas mitológicos, se podría decir que me conozco de memoria casi todas las leyendas paganas y religiosas desde la antigua época clásica hasta el momento.-Catherine detectó cierto aire de autosuficiencia, pero tampoco le dio importancia a que alguien alardeara de lo que sabe.-No pensaba en casarme, ni mucho menos, y tampoco en heredar el negocio familiar. Pero un día, llegó a la tienda (de la que me había quedado al cargo esa mañana) una delicada joven que estaba de paso con su familia. Precisaba unos víveres para su viaje y poco más, no lo recuerdo bien. Era preciosa, sí, pero tampoco reparé en exceso en ella. Comencé a verla cada mañana paseando y los domingos en la iglesia, mi padre me comentó entonces que no estaban de paso, habían decidido quedarse porque el padre de ella era un gran negociante en Dinamarca y, estaban pensando en trasladar parte del Hörnet allá. Con el tiempo, y casi masticado por nuestras familias, nos vimos comprometidos para un futuro matrimonio. Yo no me opuse, en absoluto. Efectivamente ella era todo lo que siempre habían buscado para mi y, tras descubrir qué era lo que querían, me agradó bastante la idea. No pasaron semanas hasta que me enamoré completamente de ella, en todos los aspectos. La noche anterior a nuestro compromiso, yo no cabía en mi traje de la emoción y, pese a las supersticiones, necesitaba verla a toda costa. Necesitaba decirle lo mucho que la amaba y la falta que me hacía permanecer a su lado el resto de mi vida. De modo que trepé por las enredaderas de su casa y me colé en su habitación como un amante secreto.-Lyan cambió su expresión a una que adopta el recuerdo de un momento doloroso.-Pero todo estaba revuelto, como si alguien hubiera estado rebuscando algo por todas partes... o como si dos personas hubieran estado peleando. Me temí lo peor. Grité su nombre por todo el barrio, por toda la ciudad, pero nadie respondió a mi llamada. Mis padres pensaron que le asustó la boda, y que prefirió marchar. Los suyos, que alguien la había secuestrado para pedir por rescate una gran suma de dinero. Pero yo... yo sé que pasó algo más.-Cat permaneció atenta, pero Lyan guardó silencio.
-¿Qué cree que ocurrió?


Continuará...

16.2.10

Cap. Cuatro

-¡¿Hola?!-Se escuchó desde fuera de la cabaña.-¿¡Hay alguien!?
-Es feo.-Rubber había conseguido subirse a una pequeña estantería, desde donde observaba la escena cubierto por la cortina de la parte contraria a la de Cat.
-¡Cállate!
-¡Buenos días! ¡Estoy buscando a Catherine Alister!
-Te busca a tí.-Rubber no parecía dispuesto a pasar desapercibido, pese a los gestos desproporcionados de Cat.
-¡No pretendo molestar, pero no estoy únicamente de paso, necesito su ayuda!-El muchacho del exterior iba a desistir.
-¿Tendrá algo que ver su aparición con mi inesperado encuentro de esta mañana?-Musitó Catherine.
-Si no sales, no vas a averiguarlo.-Catherine no parecía muy convencida.-Llevas quejándote años de lo sola que te encuentras, y cuando aparece alguien ¡te niegas a salir de casa!
-Puede que lleves razón...
-¡Por favor! ¿Conoce a Cathe...?
-¡Si, si!-Gritó Cat desde el interior de la cabaña.-¡Deje de gritar, por favor, en seguida le abro!-Se levantó de su improvisada trinchera y caminó hacia la puerta.
Rubber esperaba aún tras la cortina. Cat se avispó de su repentino tembleque en el cuerpo e intentó controlar el bailoteo de su mano cuando fue a girar el pomo de la puerta. No se había vuelto a escuchar nada desde que Catherine accedió a dejar pasar al misterioso visitante.
-Soy...Soy Catherine Alister.-Cat quedó encuadrada por el marco de la puerta, parecía un precioso retrato de una antigua diosa griega: dos esmeraldas que reflejaban la profundidad del mar incrustadas en una piel blanca como la nieve. Intentó como pudo alisarse el alborotado cabello azabache y sus labios cereza temblaron al dirigirse al muchacho que la observaba desde unos metros.
-Un placer.-El viajero se quitó la fedora dejando al descubierto una media melena color miel. Entendió Cat entonces por qué aquella mañana había amanecido tan gris: los rayos del sol se habían refugiado entre sus finos mechones. No pudo evitar sonreír al pensar en el calor del sol acurrucado bajo el sombrero.-Me llamo Lyan, Danniel Lyan.-Avanzó unos pasos hacia la joven inmóvil y le tendió la mano derecha para estrechársela. A Catherine le costó consumar el apretón estando perdida en sus ojos de otoño. Aquél muchacho tenía el iris del mismo color que tiene el mes de octubre entre los árboles, un marrón ocre que podía quitarte el frío de los huesos en la noche más fría de invierno.
-Igualmente...-Balbuceó Catherine examinando los dientes perleados que la ámplia sonrisa del señor Danniel Lyan dejaba ver.-Pase, por favor.-Soltándose de su mano, le hizo un gesto con el brazo para que cruzara la puerta. El señor Danniel Lyan asintió con la cabeza y se introdujo en el interior de la cabaña. Catherine lanzó una mirada inexpresiva a Rubber y siguió a su invitado.
El señor Danniel Lyan se detuvo en el centro de la cabaña y giró sobre sí lentamente, examinando cada rincón de aquella casa. Cat le observaba paciente desde la puerta. El muchacho, que no tendría más de veinticinco años, contempló las cortinas que impedían entrar lo poco de luz que ofrecía el día, el ondear de las finas telas con la semioscuridad del entorno le daban a aquella cabaña un aspecto de abandonada. O al menos, de descuidada. Miró la cama de Catherine todavía deshecha, la chimenea que humeaba levemente con algunos troncos carbonizados luchando por resistir. Paró luego su vista en la cocina, atraído por el buen olor que salía de ella, esbozó una sonrisa al descubrir todos los cacharros revueltos, manchados y la mitad de los armarios abiertos. Al percatarse de ello, Catherine corrió a tapar con su fino cuerpo cuanto pudo, pero fue en vano. Al atisbarse de su inútil esfuerzo, cerró con apuro tantas puertas a la vez como le fue posible.
-Y, y ¿qué se le ofrece, señor Danniel Lyan?-Rompió la incómoda situación, algo acalorada.
-Oh, Lyan, llámeme Lyan por favor.-No dejaba de sonreír. Cat se ponía más nerviosa cuanto más contemplaba su resplandeciente dentadura.-Verá... es un tema algo delicado, realmente no sé por dónde comenzar.
-Siéntese.-Ofreció Catherine amablemente tras haber arreglado como pudo el estropicio de la cocina. Lyan se acomodó en un sillón que había al lado de la chimenea... era en el que Axel solía sentarse. La cabeza de Cat voló hasta aquellos días en los que su desaparecido amor se pasaba horas hipnotizado con el crepitar de las llamas.
-¿Molesto?-Lyan se percató de la mirada de su anfitriona al contemplarlo en el sillón de cuero rojo.
-Oh, no, no. Siéntese donde quiera.-Cat volvió de entre las nubes y se incorporó en otra butaca justo en frente de Lyan.
Pasaron unos minutos en los que ninguno dijo nada. Lyan daba vueltas a su sombrero en las manos, mirándolo fíjamente. Parecía que intentaba ordenar las ideas antes de hablar con Catherine. Por su parte, ella se dedicó a examinarlo de arriba a abajo. Desde su cabello oro apagado, pasando por el elegante traje gris que vestía hasta sus zapatos marrones.
-Verá,-Comenzó el joven al fin, alzando la mirada de un golpe.-he viajado desde Estocolmo, atravesando Uppland y Gästrikland, entre muchos otros sitios. He relatado tantas veces mi historia que podría contársela dormido y no me olvidaría de un detalle. Han sido cientas las personas que han escuchado lo que me atormenta desde hace meses, pero nadie ha sabido sacarme de mi infierno. Y ha sido gracias al boca a boca y a los chismes de viejas por lo que llegó a mis oídos la existencia de una bruja que vivía en Dalarna.-Cat suspiró y miró el cielo, el techo en realidad. Lyan no se detuvo.-Han sido también diversas las versiones que he podido escuchar: desde que la bruja da vida a objetos inanimados para que hagan sus maldades en el pueblo, hasta que es un demonio que se alimenta de carne humana. El caso es que no me importa, únicamente quise saber su nombre para venir hasta ella y enfrentarme al peligro si así consigo alivio para mi sufrimiento. Y ese nombre era el tuyo, Catherine Alister.


Continuará...