¿Qué es La Coleccionista de Lágrimas?

Atento a la sinopsis en el primer apartado de la columna de la derecha :) Disfruta de la lectura.
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7.2.10

Cap. Dos (parte tres)

Rubber miraba el suelo de la habitación intentando recrear la escena en su diminuta cabeza. El dolor y miedo de la imagen que construía en su mente le hacían querer llorar y abrazar a Cat.
-Has llorado mucho...¿verdad?-Preguntó al fin.
-Lo tomé al final como un entretenimiento.-El pequeño muñeco alzó una ceja sin entender a qué macabra idea se refería. Cat comprendió su gesto y esbozó una sonrisa.-Mira.
Catherine cruzó la pequeña estancia comedor de la cabaña y llegó hasta una cómoda de madera con un tapete de lana que ella misma había tejido. Sobre el mueble había un retrato de Axel, un muchacho fornido con el cabello rojo como el fuego del infierno y los ojos azules como el tranquilo océano. Sonreía con un aire de superiodad en su rostro y vestía un traje con la espeanza de darse un aire de 'don alguien'. Al lado de portaretratos, un cuenco de barro guardaba en su interior unas cuantas setas y frutas que a Cat le gustaba recoger. Tras mirar con añoranza la imagen de su desaparecido amor, Cat flexionó las rodillas y abrió el último cajón de la cómoda, no habían más que unos cuantos manteles viejos y servilletas, pero tras escarbar en ellos, sacó de entre las telas una fina caja de madera sellada por una cerradura de bronce. Triunfante, Catherine volvió con su tesoro hasta la cama donde Rubber aguardaba con ánsia.
-¿Qué guardas ahí, Cat?-El pequeño muñeco de trapo examinó la cajita y pudo atisbar un débil resplandor que se escapaba por la rendija del cierre. Cat se limitó a meter la mano en el escote de su vestido para poder sacar de él un colgante que llevaba atado al cuello. Al final del cordel de oro, había una diminuta llave del tamaño de medio dedo meñique. Abrió la caja lentamente, dejando que el fulgor que retenía invadiera toda la habitación. Tras acostumbrar sus ojos a la luz, Rubber pudo contemplar qué era lo que Catherine sostenía orgullosa sobre sus rodillas. Cientos, miles de pequeños cristales en forma de lágrimas rebosaban dentro de aquella caja. Eran preciosos, como si alguien hubiera podido retener el brillo que emiten los ojos cuando están enamorados.
-¿Son...?
-Mis lágrimas.-Se adelantó Catherine.-Una noche, pocos días después de que Axel se marchara, me desperté terriblemente triste de una pesadilla que no podía recordar. Tras innumerables vueltas en la cama, decidí asomarme a la ventana esperando tranquilizarme o... ver que se había decidido a volver a mi lado. Una de mis lágrimas resbaló por mi mejilla y cayó en el alféizar, donde permaneció intacta y transparente. Al despertar por la mañana, pude ver que aquella gota se había cristalizado en algo precioso, en esto.-Cat sostuvo una de sus diminutas lágrimas frente a sus ojos.-No sé por qué, quizá por el frío de la madrugada y la belleza de la Luna, nunca me he quedado para verlo y destrozarme a mí misma la magia, pero siempre que lloro cerca de un lugar donde por la noche puede iluminar la Luna, ocurre esto.
Rubber estaba maravillado.
-Vaya, así que una coleccionista de lágrimas, ¿eh?
-Sí, Rubber, ¡podría decirse que sí!
-¿Y qué haces con ellas?-Preguntó curioso.
-Nada. Las almaceno aquí. De vez en cuando las saco y las cuento... muchas veces me aburro antes de terminar. Y luego pienso en que no guardo ni la mitad de las que lloro...-Catherine bajó la cabeza, observando su amargo tesoro.
Rubber percató el desánimo en Catherine e intentó encontrarse con su mirada en medio de las sombras esperando poder transmitirle algo de compasión y empatía. Aquella noche se la pasaron hablando y recordando, al igual que la siguiente, la siguiente...
Rubber se dedicaba a recordarle a Cat dónde había colocado los botes de mermelada, a veces por qué no notaba sus pulsaciones -ella se asustaba continuamente confundiéndose con un muerto viviente- y sobre todo a hacerle un poco de compañía. A cambio, ella le confeccionó una pequeña escoba a base de ramitas secas y palos con la que él mismo podía defenderse de los malditos cuervos que aún venían con intención de secuestrarlo.
Los días eran monótonos, rutinarios, pero al menos contaban el uno con la compañía del otro. Lo que a ninguno de los dos se les hubiera pasado jamás por sus despistadas cabezas, era que el destino iba a encontrarlos en el corazón del más apartado bosque de Dalarna.

Continuará...

6.2.10

Cap. Dos (parte dos)

-¿Quieres seguir...?
-¡Sí!-Contestó tajante.-Lo tengo todo en la cabeza, ¡no quiero olvidar!-Le ardía el pecho como no lo había hecho en años. Le vibraban las manos, los brazos. Sentía su pulmón izquierdo hincharse y deshincharse con fuerza, como si fuera a explotar de un momento a otro. Hubiera dado lo que fuera por apagar ese fuego que le abrasaba la carne.-El cielo se volvió gris. Las densas nubes cubrieron todo el cielo y extinguieron el sol, no parecía la misma tarde. Axel cerró la puerta de casa y selló las ventanas. Yo estaba a tantos años luz en mi nube de amor que no me di cuenta de la expresión que había adoptado su rostro, como si fuera un cazador excitado al contemplar su presa. "Cat... mi querida Cat, tengo que hablar contigo", dijo. "De lo que quieras, Axel", contesté distraída. "Me marcho". "¿Sí? ¿A dónde? ¿Y cuándo vas a volver? Me gustaría pasar la Navidad a tu lado, y prepararte galletas mientras te calientas junto al fuego." "Me marcho para siempre, Cat". Creo que en ese momento no entendí el significado de sus palabras, me bombardearon los oídos y aturdieron mi razón. O simplemente, no quería escuchar lo que acaba de decirme. "¿Pa... Para siempre?" "Sí", su expresión era fría... O como si no tuviera expresión en el alma, como si a él no le doliera nada de lo que emitían sus labios. "¿Por qué?" "Porque no te quiero. Ya me he cansado de ti, de tu absurda fantasía y de la asquerosa vida que tengo a tu lado." Se me cayó el alma al suelo, pero no la hubiera podido recoger aunque quisiera, tenía los ojos demasiado borrosos y fríos. "Me estás mintiendo... No hablas en serio, Axel. Eres feliz, hoy me lo has dicho ¡eres feliz! y vamos a irnos a Estocolmo, y todo va a cambiar ¡ya lo verás! y vamos a ser felices, y vamos a casarnos, y vamos a tener hijos... Axel... No te vayas." "¿Por qué?", él continuaba de pie, como una estatua, sin hacer caso de mi deprimente figura arrodillada a sus pies. "Porque te amo, Axel. Porque te amo desde aquella calurosa mañana de verano, te he amado a través de estos años y si te vas... Te llevarás mi corazón contigo." Axel torció una mueca, parecía una sonrisa... una burla: "Quizá lo haga". Se acercó veloz hacia mí, tanto que no pude ver con claridad qué cogía entre sus manos... y me aplastaba contra la cabeza.
-¿Contra la cabeza?-Rubber dibujó una expresión de dolor.
-Sí...-La mano de Catherine acarició su cabeza, como quien acaricia la rodilla de un niño que acaba de caer de su bicicleta.-Caí inconsciente en el acto. Cuando desperté... ya no quedaba nada. Ni luz, ni esperanza, ni Axel... ni mi corazón. Al abrir los ojos todo cuanto había en la habitación bailó a mi alrededor, me costó recordar dónde estaba y qué había pasado. Luego, me di cuenta de lo que más debió preocuparme: me costaba respirar. Me incorporé rápidamente entre tos y asfixia e intenté agarrarme el pecho, controlar mis latidos. Pero en su lugar encontré un agujero: mi vestido rasgado, la carne abierta y rebosante de sangre, piel que colgaba... y ni rastro de mi corazón. Pensé, sabía que iba a morir, y no podía llorar. No podía llorar porque no sabía qué había ocurrido, cómo había llegado a ese estado... y cómo podía haberme quedado sola. La sangre encharcaba el piso y mi cabeza comenzaba a desvanecerse, supe que llegaba el fin de mis días -¡y vaya fin!- de modo que volví a recostarme en la cama y me dejé llevar...-Catherine recordaba con dolor aquellos angustiosos momentos.
-Pero no moriste.
-Obvio que no, ¡aquí me tienes! Volví a despertar a la mañana siguiente con un dolor de cabeza horrible, miré la sartén que se encontraba tirada y deduje que eso había utilizado para quitarme el conocimiento. Me daba miedo mirarme el pecho, comprobar que todo era real, de modo que me limité a respirar lentamente para estabilizarme y comprobar que seguía viva. Lo estaba. Arreglé el desorden de la casa, me lavé la cara y peiné el pelo, me cambié la ropa... y ya desnuda, reuní el valor para enfrentarme al espejo. Y para mi (no)sorpresa, ahí estaba el agujero, este agujero poco mayor que mi puño donde debería permanecer mi corazón. No me asusté, no lloré... Mi cabeza estaba horas atrás, repitiéndole a la imagen de Axel la misma pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué...?
>>No volví a bajar al pueblo, no volvía a salir de aquí, ¿qué iban a pensar de mi? Rasgué toda mi ropa, me escocía la herida si la llevaba tapada. Y aquí he estado hasta entonces... Olvidando poco a poco que existo, que alguien me quiso. Limitándome a sobrevivir hasta que acaben mis días... y cesen las lágrimas.


Continuará...

5.2.10

Cap. Dos

-¡Claro! ¿A caso alguien más vive aquí?
-Algún ratón que busca las migajas de la cena... los cuervos que vienen a quitarme lo que es mío, mi sombra cansada de vivir en silencio...-Contestaba Catherine mientras se acercaba con incredulidad hacia su pequeño amigo rebosante ahora de vida.
-Pero ninguno de ellos habla.-Contestó el muñeco.
-Y tú tampoco deberías.
-¿Y me lo dices tú, que sobrevives con un agujero en el pecho por el que podría pasearse un jilguero?- Rubber parecía molesto.
-No pretendía ofender. Sólo que, no entiendo.-Se sentó con delicadeza sobre la colcha, esforzándose por recordarse mentalmente quién era y donde estaba, para asegurarse de que no había perdido la cordura.
-Aquí no hace falta entender nada, Cat. ¿Qué te ocurrió en el pecho?
Catherine se palpó con cuidado los bordes del agujero que allí tenía. Luego, rozó sus costillas y notó ligeramente el hinchar y deshinchar de su pulmón izquierdo. Sabía perfectamente que ahí faltaba algo.
-No lo sé...-Contestó con la mirada perdida, moviendo en círculos la mano.
-¿Tampoco te acuerdas de eso? Si no lo intentas, jamás podré memorizarlo para contártelo cuando lo olvides.
-De modo que todo es cierto... Durante este tiempo has escuchado y almacenado cada una de mis palabras.
-Sí.-Rubber asintió con la cabeza.-Esa fue la misión que me encomendaste.-Catherine esbozó una sonrisa.-Haz un esfuerzo, Cat.
Apartó la vista de su cama y la posó en la ventana que continuaba abierta. Le hubiera gustado despegar su mente de aquél estropeado cuerpo y volar a través del alféizar, pero escapando no iba a conseguir evitar el dolor del recuerdo.
-Yo...-Cat se levantó lentamente. Rubber agudizó sus orejas llenas de tela, apreciando el esfuerzo que Catherine estaba realizando.-Yo... Axel era todo. Sí... Axel, sentía algo por él. Algo que me llenaba el...-Volvió a tocarse el frío agujero del pecho.-Hacía 'pum-púm, pum-púm, pum-púm'...
-¿Tu corazón?
Catherine se volteó violentamente.
-¡Mi corazón! ¡Sí! ¡Estaba aquí! Y latía, ¡latía fuerte cuando él estaba cerca! 'pum-púm, pum-púm, pum-púm'...
-¿Y qué ocurrió, Cat?-Rubber intentaba sonar compasivo, tranquilizador.
-Nos conocimos una mañana que hacía mucho calor, demasiado para Dalarna. Yo estaba en la fuente y contemplar sus ojos hizo que se me cayera la vasija que llevaba en las manos, como si esa mirada marina controlara mis músculos. A partir de ese día, me despertaba cada mañana con flores, con sonrisas bajo mi ventana. No fue necesario demasiado esfuerzo por su parte para que me enamorara de él, de hecho, creo que lo hice en el primer momento en el que sentí su presencia en mi espalda. A mi padre, mi pobre y difunto padre, jamás llegó a gustarle. Le parecía un engreído, un interesado y un fracasado en sus negocios. ¡Absurdo! Solía contestarle yo, mi continua respuesta siempre fue que Dalarna era muy pequeña para sus espectativas y que en cuanto nos fueramos a Estocolmo, las cosas cambiarían. Pero era yo quien se equivocaba... ojalá hubiera atendido a los consejos de mi padre...-Catherine sonrió para sí misma mirando al suelo, imaginando la imagen de su padre acariciándole la cabeza. Sabía que si viviera, jamás le hubiera reprochado nada y se habría limitado a consolarla revolviéndole el pelo como acostumbraba a hacer. Tras unos instantes, salió de su ensimismamiento.-Como él solía decir,-prosiguió-¡más sabe el diablo por viejo que por diablo! Con el tiempo, Axel se fue volviendo arrogante y distante. Compramos esta cabaña... bueno, yo compré esta cabaña, él siempre me decía que me pagaría su parte cuando dieran fruto sus negocios. Y cada día iba desapareciendo su sonrisa, las flores, la mirada que me llevaba al cielo... Sólo le importaba el dinero que salía y jamás entraba, la gente de este pueblucho que no caía en sus tretas... Y una tarde de Noviembre, el 28 si no recuerdo mal... Me llevó al parque. Fue una tarde perfecta, con sol entre el frío, como la esperanza de que toda nuestra mala racha podría verse iluminada. Parecía que todo volvía a ser como antes, Axel rebosaba felicidad, sus gestos volvían a envolverse de ternura y amor... Y yo sentía que iba a reventar de emoción, que el corazón se me saldría del pecho. Pero al volver a casa todo dio un giro horrible...-Catherine tembló.


Continuará...